miércoles, 13 de agosto de 2014

Prevenir el acoso escolar

En los últimos años en México el tema del acoso escolar (en inglés, bullyng) se ha colocado en el primer plano de los medios de comunicación, las redes sociales y la agenda pública. No es que sea un tema de moda ni un problema de salud pública emergente; ha estado allí por muchas décadas, en los ámbitos escolares especialmente, pero sin duda actualmente ha incrementado su presencia y su impacto.

El Instituto Nacional de Psiquiatría, señala que en México el 14% de la población escolar de secundaria y bachillerato ha sido víctima de acoso escolar. Son los hombres los que más padecen el acoso escolar. Según la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CONAPRED), la violencia física y emocional es un riesgo para más de 18 millones de niñas y niños que estudian primaria y secundaria.


Es sin duda este un problema de salud pública, no sólo por su magnitud, sino por la trascendencia de los daños: quienes son acosados suelen disminuir su rendimiento académico, se retraen o aíslan de los demás, empiezan a ausentarse de la escuela, hasta dejarla por miedo a sufrir agresiones más graves.

El panorama es desalentador, especialmente cuando vemos la forma como las conductas de acoso se van especializando; por ejemplo, ahora, con el uso de la tecnología móvil y las redes sociales la juventud acosa a través de ellas (cyberbulling), dañando la imagen de otros a niveles insospechados. Según una encuesta realizada por la compañía McAfee, en el 2012, el 47% de la población joven mexicana había sufrido algún tipo de agresión a través de las redes sociales.


El acoso escolar es una expresión más de la normalización del uso del poder y la fuerza física como mecanismos para relacionarse; quienes acosan y discriminan en la escuela (ignorando, excluyendo, insultando, humillando, maltratando, agrediendo a quienes consideran inferiores o débiles) operan bajo la misma lógica que aplica en otros fenómenos discriminatorios:
  1. Se da una conducta de exclusión o discriminación.
  2. El origen de esa conducta es la idea de que el otro es inferior o no merece las mismas oportunidades por alguna característica o condición que se considera inferior (característica física, origen étnico, posición económica, rendimiento académico, preferencia sexual).
  3. El efecto es una lesión a sus derechos y libertades (ser tratado con respeto, en condiciones de igualdad, sin violencia, tener acceso a bienes y servicios).

El problema es tan grande que no se restringe a los efectos a corto plazo, es decir mientras se sufre el acoso escolar. Estudios han mostrado que quien sufrió acoso en la infancia es propenso a sufrirlo de nuevo en el ámbito laboral (se le denomina Mobbing), por ejemplo, si está originado en la apariencia física o en las preferencias sexuales… y es que desafortunadamente a los niños y niñas acosadores los educan adultos acosadores. Sumado a ello están las secuelas psicológicas como ansiedad, depresión, estrés postraumático, pérdida de la autoestima, hasta llegar a las conductas suicidas.

El uso de la violencia y las conductas discriminatorias se reproducen, se imitan. Las personas que violenta, agreden, segregan o discriminan lo hacen porque han crecido bajo la idea que es normal, natural que no somos iguales, que las diferencias entre personas y grupos sociales se basan en características de organización social: de un lado los poderosos, los fuertes, los ricos, los exitosos, los bonitos, los heterosexuales; en el otro lado, los débiles, los pobres, los discapacitados, los que no son como la mayoría. De allí la importancia de implementar acciones integrales para prevenirla tanto en la infancia como en la convivencia de la población adulta.

Para ello, de entrada podemos hablar de dos caminos. Primero, la educación en el respeto, la igualdad y la no discriminación. Cierto es que se está avanzando en esto; organismos de salud, educación y de la procuración de justicia han generado en los últimos años gran cantidad de capacitaciones, materiales educativos y campañas para promover una cultura de igualdad y Derechos Humanos, para prevenir la violencia de género, la discriminación y el acoso escolar. Lo que sigue es mantener estos esfuerzos y convertirlos en prácticas cotidianas y congruentes.


En segundo lugar, en psicología de la salud y salud pública se habla de estimular en las personas y las comunidades una serie de factores protectores para la salud mental, factores que contribuyen a generar algo que se llama resiliencia, la capacidad de las personas para afrontar y superar positivamente situaciones adversas y de dolor emocional; para ello, se requiere fomentar en la familia, la escuela y la comunidad prácticas como las actividades deportivas, permitir que las personas desarrollen sus interés, que mantengan vínculos afectivos con gente de su entorno familiar y social, contar con modelos sociales positivos, tener responsabilidades sociales, estimular el sentido del humor y las diversiones sanas, que el clima educacional sea abierto pero con límites claros, estimular la autoconfianza y la autoimagen.


Así como de grande parece ser el problema, pueden ser las oportunidades que todas y todos tenemos –como padres y madres, como educadoras/es, como vecinas/os y como ciudadanía- para contribuir a prevenir el uso del poder y la agresión como mecanismo para relacionarnos. Fomentemos el respeto, la colaboración, la solidaridad, la igualdad, el afecto, la salud mental positiva en nuestras aulas como principios de relación diaria.

Sitios para profundizar en el tema:




Qué significa educar para la igualdad

Generalmente cuando la gente escucha hablar de igualdad piensa exclusivamente en las relaciones, distancias y oportunidades entre mujeres y hombres; por supuesto, es correcto; una representación social semejante es producto de muchas décadas de trabajo y esfuerzo de los movimientos feministas y por los Derechos Humanos para visibilizar las inequidades, disparidades, estereotipos e injusticias que existen en todos los ámbitos de la vida de las personas, y que desafortunadamente dejan en condiciones de vulneración a las mujeres.

Pero el hecho es que en el ejercicio de la igualdad como principio básico de interacción humana no se piensa sólo en equiparar y mejorar las condiciones de las mujeres; la igualdad nos implica a todas y todos, según orígenes étnicos, religiones, actividades laborales, orientaciones sexuales, preferencias de entretenimiento. A todas las personas. La igualdad es un principio humano básico que va equiparado a la no discriminación.


Una vida familiar, escolar y social basada en enseñanza de la no discriminación y en la convicción de que todas y todos somos iguales ante la ley y tenemos derecho a todas las oportunidades, bienes y servicios no es sólo un asunto de legislaciones. En estos tiempos de crisis económica, de desgaste de las estructuras sociales y de descrédito de las instituciones de gobierno, puede representar la clave para enfrentar y superar problemas que afectan directamente la salud, el desarrollo y la felicidad de muchas personas, tales como la violencia de género, el feminicidio, la homofobia, xenofobia y el acoso escolar.



Enseñar a una población –no sólo a las generaciones de escolares, sino reeducar también a las generaciones de adultos para quienes es normal pensar que se puede ser superior a otras/os por razones económicas, de poder físico o social, por diferencias de pensamiento o cualquier otro prejuicio normalizado- valores propios de una ciudadanía democrática, humanitaria y justa (como el respeto, la colaboración, la honradez, la igualdad y la no discriminación) pueden ser los caminos que nos ayuden a superar los retos de una sociedad fragilizada como la que hoy vivimos.